En más de una ocasión se ha dicho que los pueblos o las naciones son grandes y traspasan su grandeza en el tiempo, porque son capaces de reconocer y valorar su pasado. Basta con recordar cómo en Europa preservan, valoran y se enorgullecen de su patrimonio milenario, como ocurre -por ejemplo- en Italia con el Coliseo Romano y en Grecia con el Partenón, el templo de los dioses. Esta es la gran diferencia con la cultura chilena que poco y nada valora su patrimonio, como lo demuestra la destrucción de muchos edificios históricos que son echados abajo para construir torres de edificios o simplemente para dejarlos como parques de estacionamiento.Y, lamentablemente, cuando esto ocurre, nadie dice nada; nadie levanta la voz y a la gente común le da lo mismo, simplemente, porque desconocen la rica historia que guarda cada uno de los inmuebles. Sin embargo, otra sería la forma de plantarse del ciudadano común, en caso que conociera en profundidad la historia de su pueblo o de su país. Por eso, quiero invitarlos a un recorrido imaginario o virtual por la historia copiapina, más precisamente, por el patrimonio tangible de esta capital regional, como son sus edificios históricos que hablan de un ayer esplendoroso, producto de la riqueza minera de Atacama. El escritor y periodista Mario Cánepa Guzmán, en una de sus crónicas habituales escribió lo siguiente sobre el rico pasado cultural de Copiapó. "Gozaba de fama óptima como plaza de los espectáculos líricos. Las minas de oro y plata dieron forma a una sociedad de mineros ricos que se mezclaban con los adinerados tradicionales que llegaban de todo el país a comprar minas ya descubiertas por individuos que no tenían para explotarlas".