Historia de Copiapó, su fundación.

LA FUNDACIÓN DE COPIAPÓ

Copiapó, cuenta la gloria de haber sido la primera tierra chilena hallada por las huestes civilizadoras de dos naciones extranjeras: en la Primavera de 1425 descendían al valle de Copayapu las tropas de Tupac Yupanqui, al mando de su general Sinchicura, y eran derrotadas por los guerreros de la región; pero un refuerzo de 10.000 soldados enviados por el Inca, consumó la benéfica dominación quichua, humanitaria y progresista. Un siglo después, en los primeros días del Otoño de 1536, descendían también al Valle de Copiapó, por el Camino del Inca, 450 españoles al mando de don Diego de Almagro, trayendo los pendones de Castilla la Brava, y la cruz de la civilización occidental. Y aún, después, los 150 aventureros de Pedro de Valdivia, pisaron tierra chilena en Copiapó, en 1541, para seguir al sur, a fundar la primera ciudad española el 12 de febrero de ese año.

Pero en la segunda mitad de ese siglo y en toda la centuria siguiente no existia en Copayapu un solo indicio cierto de comunidad culta, y sí grandes latifundios en poder de 3 ó 4 manos, y en que se dejaba a la generosidad de la tierra la tarea de atender a la precaria subsistencia de los naturales y de los escasos españoles.

En las postrimerías del siglo XVII existían 4 grandes encomiendas en el valle: La del conquistador don Francisco de Aguirre; la del marqués de Piedra Blanca de Guana; la de don Alonso Gutierrez de Espejo, establecida en la estancia de la Jarilla, y la de don Juan de Cisternas, la principal de todas. Además, es preciso contar a don Juan Bravo Morales, dueño de las haciendas Bodega y Camasquil.

Ahora, en cuanto a la significación de Copayapu, hay disparidad de opiniones; pero se admite, como cierta, la interpretación de Copa de Oro, nombre que, por su simbolismo poético, es netamente indígena.

Hacia 1700, Copiapó era un reducido caserío, en que las viviendas pajizas se hallaban diseminadas sin ningún orden. La población podía apreciarse en ese entonces en 800 habitantes, entre indios y españoles.

Copiapó, como todas las pequeñas villas de la Colonia, llevaba una vida lánguida, de heroica pobreza, una sucesión de momentos baldíos, quebrados de cuando en cuando por la súbita grita de un fullero tallador, o por el pregón de un indio que vendía alguna cosa indefinible. Escasos perros solían pasear su nostalgia por los remedos de calles, aún sin nombre, y el tranco de los viandantes era perezoso, como el del que no tiene prisa por llegar a su destino. Este ambiente vacuo, de aburrimiento, era propicio al comadreo y a los alfilerazos de baja ley. El pelambre, la maledicencia, entonces como hoy en pueblo chico, eran el buen pasar de los graciosos y de los pollos bien nacidos, que no sabían empuñar la mansera del arado ni trazar un garabato, por creerlos oficios mercenarios. El pasar de las muchachas era mayormente aburridor, haciendo encaje las que podían, con las manos unidas en oración las que ya iban camino de vestir imágines, o enseñando la doctrina a las mulatas del servicio.

El hombre de ese tiempo todo lo esperaba de la tierra, cuando no el cielo, y, poco a poco, perdía las virtudes del conquistador, la tenacidad, la fe encendida, la sed de sacrificio, de abnegación por la Cruz y por su Rey. En el fondo, el aventurero castellano era el civilizador, aunque muchas veces no lo pareciera en la forma, necesariamente cruel por las exigencias del momento. Pero este patrimonio de heroismo y de grandeza se había perdido, derrochado como una fortuna inútil, y los nietos de conquistador preferían dormir la siesta a levantar una casa y guarnecerla decorosamente.

Pero, para felicidad del vecindario de Copiapó, regía los destinos del país, desde 1737, don José de Manso, cuya política de urbanización para acelerar el progreso de la colonia, le había valido de Felipe V el título de Conde de Superunda. Entre los 7 pueblos que fundó, figura destacadamente Copayapú.

A este objeto, comisionó para la fundación al maestre de campo don Francisco Cortés y Cartabio Roldán, con el título de corregidor y Justicia Mayor de la nueva villa.

En la mañana del 8 de diciembre de 1744, el comisionado don Francisco Cortés y Cartabio, constituido solemnemente en Ministro de fe, declaró a nombre del Rey Nuestro Señor, en el recinto de la Plazoleta de San Francisco, fundada de entonces para siempre a la Villa de San Francisco de la Selva de Copiapó, con las más formales y augustas protestas y juramentos de los testigos preseciales del acto y caballeros fundadores, que suscribieron el documento competente, don Felipe de Mercado, don Fernando de Aguirre, don Jph Antonio de Cisternas, don Lorenzo de la Rauna, don Alvaro Vallejo y don Pedro Mandiola, amen de otros varones de linaje y limpia sangre castellana.

Acto seguido, se procedio por el comisionado Cortés y Cartabio, al trazado de la planta urbana de la nueva Villa, con arreglo a la sobria costumbre de la conquista hispana: en el corazón, la plaza de armas como punto de convergencia de cuatro u ocho calles matrices, de manzanas rigurozamente cuadradas y uniformes, de calles y veredas estrechisimas y de casonas conventuales de solida hechura y rústica presencia.

La nueva Villa cabecera vivió desde esa epoca bajo el severo patrocinio del Santo Francisco de Asis, y, al parecer, sus pobladores tomaron como norma de vida las humildes enseñanzas de su patrono, porque dos años despues de fundado, Copiapó ofrecía un aspecto de pobreza y desnudez verdaderamente franciscanas: solares a medio tapiar, una que otra mediagua pajiza, alguna casona de hidalgo y varios terrenos aún baldíos.

(Extracto de Publicación Extraordinaria de ATACAMA , su Director Carlos Ramírez A.-año 1932)

HISTORIA DEL LUGAR

Fue fundada oficialmente el 8 de diciembre de 1744 por el gobernador José Manso de Velasco, bajo la designación de "San Francisco de la Selva de Copiapó" aunque su origen se remonta antes de la llegada de los españoles cuando formaba parte del imperio inca. En ese entonces, los indígenas llamaban a esta localidad "Copayapu" que, como dijimos, algunos traducen como "Copa de oro", otros como "valle verde" y también como "Sementera de turquesas".

Cuando el español Diego de Almagro descubrió Chile, en 1536, lo hizo ingresando por la Cordillera de los Andes a través de la quebrada de Paipote, en medio del Valle de Copiapó el cual nombró Valle de la Posesión. En estas tierras se realizó la primera misa católica en Chile.

Doña Candelaria Goyenechea de Gallo fue esposa del dueño del mineral de Chañarcillo, don Miguel Gallo y madre de don Pedro León Gallo, el caudillo del movimiento revolucionario de 1859. 

LUGARES HISTORICOS DE COPIAPÓ

Viniendo desde el Norte y después de cruzar la línea férrea, a mano izquierda, se encuentra una calle corta, denominada El Pino. Allí se levantó la casa donde nació el filántropo y hombre de negocios, don Carlos Van Buren, quien, al morir, repartió su colosal fortuna entre su tierra natal y el puerto de Valparaíso.

Avanzando por la Carretera Panamericana , a mano derecha, está el edificio que ocupa la Universidad Técnica del Estado.

En ese solar se levantó la casa quinta de doña Candelaria Goyenechea de Gallo, edificado en el siglo XIX, que la antigua Escuela de Minas ocupó desde Marzo de 1909. Este edificio fue destruido por un incendio en 1929. Durante la primera administración de Ibañez se comenzó a construir el edificio actual.

Doña Candelaria Goyenechea de Gallo fue esposa del dueño del mineral de Chañarcillo, don Miguel Gallo y madre de don Pedro León Gallo, el caudillo del movimiento revolucionario de 1859.

En el edificio de la Ex UTE, hoy Universidad de Atacama se encuentra la locomotora que en 1851 corrió entre Caldera y Copiapó, por iniciativa de Guillermo Wheelwright. La Universidad posee una valiosa colección mineralógica. En el mismo local funciona el Museo Arqueológico.

Incorporado a la UDA, se encuentra hoy el edificio que perteneció a la fenecida Escuela Naval y a la Universidad del Norte. Este edificio llamado Viña de Cristo, fue propiedad de don Pedro León Gallo, quien hizo traer valiosos materiales de Europa para su construcción. En 1930, fue su dueño el Alcalde de Copiapó, don Juan Lorenzo Windsor, más tarde Edurado VII, para que conociera este lugar a lo que el principe acccedió.

El barrio de la Chimba que en lengua quechua significa "lo que está junto al río" fue en el siglo XIX el Vergel de Copiapó, y Jotabeche, lo recuerda con frecuencia en sus "Artículos de Costumbres" . Allí Francisco de Aguirre, plantó la primera viña de Chile, con las cepas traídas desde España. La Chimba ermina junto a la Plazuela de Avalos, donde hoy se encuentra un mendallón con la efingie del descubridor, don Diego de Almagro. En la esquina norte de la calle Las Heras con la Alameda, en un sitio eriazo, se levantó la primera iglesia parroquial de Copiapó y en el lugar donde empieza la Alameda, frente a la Plazuela de Avalos, se realizó la ceremonia de fundación de la ciudad el 8 de Diciembre de 1744.

El solar que se extendía al naciente, se entregó a la comunidad franciscana, que ta tiene más de 300 años de labor evangelizadora en la región. La Iglesia de San Francisco actual, data del año 1872 y su construcción se debió a su Superior Leonardo de Gregorio, fallecido el 2 de Agosto de 1884 y quien está sepultado en un costado del altar mayor del mismo templo. Los franciscanos siguiendo la tradición monástica europea, cultivaron la tierra y tuvieron una viña que proporcionaba el vino para oficios religiosos.

Frente a la Iglesia de San Francisco, que nada tiene que envidiar a su congére de Santiago, se levanta la estatua de Juan Godoy, quien descubrió el mineral de Chañarcillo el 16 de Mayo de 1832. Se ha discutido mucho sobre la autenticidad de la idumentaria del minero copiapino y se ha llegado a afirmar que corresponde a la de un minero escocés.

En este sector se inicia el ancho paseo de la Alameda, adornado de pimientos, y que abarca desde la Carretera Panamericana hasta el pie de la mole del Cerro Chanchoquín. Tres monumentos ornamentan este paseo. En primer lugar el del tribuno y político don Manuel Antonio Matta, inaugurado en 1905. Frente a la calle Atacama se alza el imponente monumento de mármol y bronce a las Glorias de Atacama, inaugurado en 1885 y que recuerda la gloriosa actuación de los soldados atacameños en la Guerra del Pacífico. Representa a la Patria que tiene en una de sus manos la espada vencedora y, en la otra, la corona de laurel que ofrece a sus hijos victoriosos. El monumento tiene bajo-relieves que recuerdan las batallas de la guerra y medallones de bronce con las efigies de los oficiales que ofrendaron sus vidas por la Patria. En el mármol están grabados los nombres de los atacameños caídos en la contienda.

(Extracto del libro Recuerdos y Vivencias de Copiapó, del autor Eduardo Naveas Echiburú, año 1990 - Recopilación de Elena Azocar de Naveas).

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