Historias del Cementerio de Copiapó...

 Cementerio de Copiapó, un camposanto lleno de historias, mitos y leyendas

Copiapó es una ciudad con historia, incluso sus muertos tienen algo que decir. Al menos así lo pensó la dirección regional del Sernatur, que junto al municipio comenzaron hace un año a realizar un tour nocturno por el Cementerio General de la ciudad, en vísperas del "Día de Todos los Santos".

Alejandro Aracena, historiador, traslada a los 60 visitantes hasta la tumba de Alejandro Soto, niño de cinco años que -cuenta la leyenda- predijo su muerte a través de un dibujo entregado en clases. Poco después fue atropellado por un camión. "En su lápida pueden ver el dibujo. La patente del camión coincidió, las circunstancias, el día, la hora... Fue una premonición, algo en que muchos no creen, pero ahí está", relata el guía.

Pedro León Gallo, parte de la familia Matta, las hermanas Quispe y muchos mártires de la Guerra del Pacífico descansan en este recinto. "La intención es recuperar el cementerio para la gente, ya que aparte de ser un lugar de oración, es importante porque acá tenemos políticos, educadores, médicos, muchos personajes importantes", menciona el segundo guía, el historiador Vidal Naveas.

Copiapó -explica el alcalde Maglio Cicardinni- "es parte importante de la historia de Chile. Somos el punto de partida y hay mucho de eso en las instalaciones de este cementerio".

Daniel Díaz, director regional de Sernatur, indica que "esta es una forma innovadora de dar a conocer la cultura y el patrimonio de la región". Comenta que la recepción ha sido buena.

Otra de las historias fue la de la "La dama de blanco", a quien siempre le veían bailando en la quinta de recreo "La Habana". "Uno de los músicos la invita a bailar y luego la va a dejar a su casa, ubicada detrás del cementerio. Ella le dice que mañana vuelva para devolverle la chaqueta que le había prestado. Cuando al otro día llega el joven, la madre le dice que su hija había muerto hace tres años. Como él no creía lo llevó hasta la tumba. Cuando llegaron, sobre el nicho estaba doblada la chaqueta de cuero", relata Aracena.

LA SINIESTRA LEYENDA DEL "CULEBRÓN" DEL CEMENTERIO GENERAL DE COPIAPÓ

El "culebrón" es una de las leyendas más extendidas en áreas rurales chilenas, de Norte a Sur, adquiriendo particular importancia en zonas como el Valle del Aconcagua, San Fernando, Talca, Temuco, Osorno y la Isla Grande de Chiloé. En Santiago es famosa la historia del "culebrón" que habitaría en el ex Fundo y la Capilla Santa Corina de Pudahuel. Alcanza incluso territorios argentinos como Mendoza, donde es llamado "viborón".

Corresponde a una extraña criatura con aspecto de serpiente gigante y monstruosa, muchas veces asociada a actividades de hechicería o presencias demoníacas, además de necromancia y custodias de tesoros escondidos en montañas, cementerios o bosques.

El "culebrón" suele ser representado o descrito como una serpiente grande y gruesa, con enorme cabeza, a veces totalmente peluda o con pelos sólo en el lomo, otras veces con alas como de dragón, fauces monstruosas y a veces rasgos de animales como caballos, perros o pumas. Otras versiones lo detallan como un ser reptiliano, mitad hombre y mitad serpiente. Suele ser sigiloso y ágil, pudiendo custodiar fortunas sepultadas en cuevas o enterramientos, además de ser convocado por algunos brujos y nigromantes. Sus hábitos son especialmente nocturnos, llegando a ser muy agresivo si es molestado y capaz de hipnotizar a distancia con el poder de su mirada, o bien de causar enfermedades extrañas.

Es curioso que exista un mito tan arraigado sobre ofidios descomunales en un país donde no existen serpientes de gran tamaño. También llama que se atribuyan poderes que otras leyendas adjudican a las cobras de Asia y África, como es el encantamiento de sus presas, y que además se le señale capaz de engullir presas enteras incluyendo ganado y seres humanos, condición que es propia de serpientes de gran tamaño. Por estas y otras razones, hay quienes suponen que la tradición y folklore alrededor del "culebrón" llegó a Chile a través de la leyenda ibérica del "cuélebre", otra culebra gigante de ojos incandescentes y habitante de cuevas, muy célebre en las creencias antiguas de Asturias, Galicia y Cantabria. El mito tiene también algunas analogías con el de otras serpientes monstruosas como la Vípera de Grecia o el Ajatar de Finlandia.

En Copiapó ha existido una versión local del mito, vinculado a pretendidos acontecimientos que causaron pavor por algunos años aunque hace tiempo ya, en el Cementerio General de la ciudad. Debe ser uno de los reportes situados más al Norte del territorio chileno sobre supuestas apariciones del "culebrón", además, porque parece ser que más septentrionalmente la leyenda se va entibiando y volviéndose menos popular, aunque presente en algunos casos que no dejan de ser interesantes también, como cierto folklore de Antofagasta.

Hará unos 30, 40 o más años que comenzaron a correr rumores de esta presencia allí en el camposanto, según recuerda la tradición oral sin grandes precisiones ya. Todo comenzó cuando los guardias del cementerio que hacían el turno de noche, comenzaron a percibir cosas extrañas y ver movimientos misteriosos dentro del recinto, como sacudidas en las ramas de árboles que no podían explicarse, y agitaciones que semejaban al desplazamiento de algo muy grande y pesado entre los mausoleos y nichos.

Una de esas noches, según la misma creencia, los empleados lograron distinguir un enorme monstruo que bajaba desde una de las palmeras que aún se encuentran en el cementerio, y descubrieron con horror que se trataba de un enorme "culebrón", que bajaba en horas oscuras para perderse entre las criptas y callejones de sepulturas. Varias veces habrían vuelto a encontrarse con esa monstruosidad allí en alguna de las tumbas, causando pánico a los cuidadores.

Nacía así el mito del "culebrón" habitante del Cementerio General de Copiapó, quizás una de las historias más pintorescas que se conocen en el legendario urbano de la región.

Esta leyenda de este "culebrón" copiapino guarda ciertas semejanzas con otra mucho más conocida: el mismo monstruo que habitaría en el Cementerio de Purranque, en la Región de Los Lagos. Éste "culebrón" sureño tiene cabeza equina y mora también entre las tumbas, alimentándose de los cadáveres allí sepultados. Como en el caso copiapino, el engendro se refugia durante el día en algún secreto escondrijo del camposanto, saliendo de él sólo durante las noches para causar espanto y amenazar a todo aquel que tenga la audacia o la insensatez de cruzarse en su camino. Se han contado historias parecidas sobre los cementerios de Talagante, Rancagua o Talca, por lo que quizás se trate de una creencia que se ha ido adaptando localmente.

Luego de algún tiempo haciendo sus siniestras apariciones y causando temor en los funcionarios municipales de Copiapó, la misteriosa criatura desapareció de allí y jamás volvió a verse.

Infelizmente, los actuales guardias del Cementerio General no pertenecen a la generación de trabajadores que conoció del legendario "culebrón", recordando sólo en forma vaga aquella historia que sonó en el ambiente local. Ni siquiera recuerdan cuál de las palmeras dentro de la necrópolis fue aquella donde el supuesto monstruo solía esconderse y dormir durante la luz del día, bajando sólo en las noches profundas y estrelladas de Atacama. En internet sólo encuentro una escueta referencia publicada en octubre del año 2010, en un reportaje de "El Diario de Atacama", por lo que sin duda se trata de algo que va en retirada.

Como la leyenda casi ha sido olvidada por los propios habitantes de Copiapó y los funcionarios del Cementerio General, quise dejar acá un pequeño registro con lo que pude conocer del mito, y esperar darle así un pequeño empujón de vida antes de su ocaso final en el folklore oral atacameño.

LA TUMBA DE LUIS FLORES 

Antiguamente era común entrar al cementerio de Copiapó y pocos metros encontrar la tumba de barro, color rojo y amarillo, con una punta de metal que aparecía desde el medio de la tumba. Casi frente a la de la Familia Cailly. Hoy la tumba de Luis Flores Fritis fue derrumbada y sobre ella está construido un sitio de nichos modernos, una lástima. En su lugar solo una placa de cemento indica el lugar donde estuvo el cadáver de Luis Flores. Es de esperar que esto no siga sucediendo en el cementerio de Copiapó con los personajes históricos y ninguna persona en su última morada.


Las historias del tour nocturno al cementerio de Copiapó

Un recorrido con fines de interés histórico no puede omitir la tumba del renombrado Jotabeche. La tumba ubicada en el Patio Nº 2, tumba Nº 30, recuerda a quien fuera José Joaquín Vallejo, el gran cronista de mediados del siglo XIX, y quien además fue improvisado jefe de las guardias cívicas copiapinas.

Sin duda en el cementerio local se encuentra el testimonio mudo de lo que ha sido la vida, pasión y muerte de los copiapinos.Desde los protagonistas del descubrimiento de Chañarcillo, de la Revolución Constituyente, o de los héroes atacameños de la Guerra del Pacífico, hasta quienes más adelante fueron autoridades o personalidades destacadas de las artes y las letras, están tras unas lápidas más o menos conservadas.

Hay tumbas que sorprenden por estar con recuerdos dejados por los visitantes en forma de placas, inscripciones, grafitis u ofrendas florales. Son las que corresponden a personajes de la vida copiapina sobre las cuales existe una leyenda, o que la fe o la superstición les llevan visitantes.

Es el caso de Las Adrianitas, que descansan en el Patio Nº 12 , sepultura Nº 141, dos tocayas fallecidas en extrañas circunstancias al inicio de la década del 30. Allí son abundantes las expresiones de gracias por los favores concedidos.

También hay otras tumbas que atraen visitantes, como las del niño Alejandro Soto, quien habría anticipado las circunstancias de su muerte en un colorido gráfico.

Otro hito en un recorrido por nuestro camposanto es la tumba de quien fuera en vida el primer director del Liceo de Hombres de Copiapó, que ahora lleva su nombre: don José Antonio Carvajal. Antes de fallecer en 1891, fue el educados de millares de copiapinos que tuvieron destacada figuración en la vida cívica, intelectual y social de este país.

Entremezclados entre tumbas añosas y cuidadas criptas, también se yerguen mausoleos de sociedades de socorros mutuos, de los bomberos, de profesores, de los ejecutados políticos, de comerciantes, reunidos solidariamente en su última morada.

En verdad, nuestro cementerio no sólo es una gran riqueza patrimonial de Copiapó, sino que es un gran aporte al patrimonio cultural e histórico de Chile.

Las Adrianitas

Niñas de la Fe rodeadas por viejas tumbas y enclavadas en uno de los patios más antiguos del cementerio de Copiapó, se encuentran las llamadas "Adrianitas" que con el correr de los tiempos se han transformado en una especie de "Milagreras locales".

Cubiertas de lápidas de agradecimientos, patentes e inscripciones, en las que se puede leer la frase "Gracias por el favor concedido", las Adrianitas son consideradas ahora "niñas de la fe", mientras que en vida fueron "niñas de la noche".

Existen varias versiones de cómo se transformaron en signo de milagros para la región. Hay quienes dicen que se trataba de dos prostitutas que trabajaban en los burdeles de la ciudad, durante el auge de la minería del oro en Copiapó en los inicios del siglo pasado. Murieron de forma trágica durante una noche de jerga en la ciudad y de ahí adquirieron el poder de realizar milagros, primero entre las mismas "niñas y niños de la noche" y después entre todas las personas que tuvieran fe en ellas.

Lo cierto es que según registros del cementerio de Copiapó, el 15 de agosto de 1936 fue sepultada Adriana Quiroga y más tarde, en octubre de ese mismo año, fue sepultada a su lado Adriana Álvarez. Al contrario de lo que se piensa no son dos las "Adrianitas", si no tres ya que el 12 de agosto de 1935, fue sepultada en el mismo lugar, Adriana Labraña.

Adriana Quiroga y Adriana Álvarez trabajaron juntas en el comercio sexual de Copiapó y cuentan que ambas eran las más cotizadas en la zona por su extraordinaria belleza. Incluso se dice que los personajes de la alta sociedad copiapina no pudieron resistirse a sus encantos.

Aún está en duda la versión sobre sus trágicas muertes, hay quienes aseguran que fue la peste de hepatitis de los años 30 lo que las llevó a su último aposento, mientras otros dicen que fueron asesinadas por una celosa y acaudalada mujer de la alta sociedad copiapina que vio en ellas una amenaza para la "moral" de su esposo. Ahora ellas están rodeadas de velas y llenas del incondicional apoyo de la sociedad copiapina, apoyo que sin duda les hizo falta mientras eran las más importantes "trabajadoras de la noche" de Copiapó a principios del siglo XX.

Santas, Milagrosas, Bondadosas y Veneradas, las "

Adrianitas" se han ganado un sitial en la historia mítica y de leyenda de Atacama... Un sitial que no piensan abandonar.

La tumba de Luis Flores Fritis y el primer cementerio de Copiapó

Se estima que alrededor de 200 mil cuerpos descansan el sueño eterno en las cinco hectáreas que componen el Cementerio Municipal de Copiapó, recinto que data de 1854. Siete años antes de esa fecha, el ilustre ciudadano Luis Flores Fritis decidió donar en forma gratuita y sin condición alguna los terrenos que ocupa actualmente este camposanto, en cuyos patios yacen los restos de personas que hicieron un gran aporte al historial patriótico, cultural y económico de la región y el país, entre ellos el fundador del Partido Radical, Pedro León Gallo; el escritor costumbrista José Joaquín Vallejo y otros.

El paso de los años y según consta en el "libro I inciso 3 de la sesión Municipal del 5 de Noviembre de 1956, que señala: que el Vice Cónsul Inglés y el Norteamericano solicitaron a la Intendencia un lugar para construir el panteón de protestantes, por lo que se acordó fuera un terreno ubicado al lado sur del panteón católico, con esta determinación nace uno de los primeros cementerios disidentes fundados en Chile. En el año 1968, por acuerdo de una ordenanza de la época, toda sepultación que se realizara debía hacerse en la madrugada y hasta las 9 de la mañana, de lo contrario el fallecido debía esperar hasta el día siguiente y cancelar un 50 % más de lo habitual en el servicio. El cementerio fue administrado hasta el año 1968 por el servicio hospitalario, ya que con fecha 25 de Enero de 1982, bajo la ley 18096 es traspasado a la Municipalidad. Corría el año 1979, y por Decreto Supremo Nº 357 publicado en el Diario Oficial se aprueba "El reglamento General de Cementerios".


En 1820, existía en Copiapó y en gran parte del país, los cementerios parroquiales, donde los fallecidos eran sepultados dentro de los Monasterios, Iglesias y capillas. Sin embargo aquellos que no eran creyentes eran sepultados en algún sitio, o simplemente quemados.

Esta situación no estaba ajena en Copiapó, fue entonces cuando el ecónomo de La Iglesia Don Manuel Antonio Matta, hizo construir en las faldas del cerro denominado Chanchoquín (Cerro de la Cruz) el cementerio público, el que concluyó en el año 1824.

"En el registro de sepulturas de familias del cementerio de Copiapó aparece que Luis Flores adquiere el terreno en el año 1843 no utilizándolos 'afortunadamente' hasta 1870 aproximadamente, la segunda familia en ocuparlos es la familia Gallo - Información de la encargada de Archivos Municipal, Mabel Tapia -

Posteriormente en el año 1847, El hacendado Don Luis Flores Fritis dona a la ciudad, el terreno donde está emplazado el actual cementerio, esto nace de una urgente necesidad que tenía la comunidad Copiapina.

Hoy una avenida lleva su nombre en homenaje, atravesando gran parte de la ciudad de Copiapó.

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