Mitos y Leyendas de Copiapó

El Derrotero de San Francisco

(LEYENDA MINERA)

Dice una antigua leyenda de Copiapó que quien se ubique en una noche de viernes en el portal de la iglesia de San Francisco y mire hacia el fondo costero del valle podrá ver una luz muy especial. Cuentan quienes la han visto que sienten un sudor helado en su piel y aquel resplandor en lontananza está indicando un derrotero.
Cuando uno camina por los sectores aledaños al valle copiapino puede advertir en los faldeos de los cerros, que muchas veces ha sido excavado por aquellos que buscan el mentado tesoro minero. Hay excavaciones o «picados», como le llaman los mineros, or las alturas del cerro Bramador, Piedra Colgada, Bodega, San Pedro y Caserón, ya donde la carretera se aleja del lugar y tuerce rumbo norte a Caldera. Muchos han buscado incluso en el valle y es posible que una parte de ese derrotero ya haya tenido dueño. Su historia es la siguiente:
Mediados de 1942, Santiago, minero de viejo cuño, camina desde el sur. Por las Dunas de Travesía tiene una pequeña mina. Lleva en sus espaldas 40 kilos de metal. Es buena plata de la cual sacará, después de molerla, no menos de cinco gramos de oro que permitirán mantener el hogar. Lleva en su capacho un montón de ilusiones que harán feliz a su esposa y también a sus pequeños; piensa que tal vez ya alcanzará para comprarse la radio RCA Víctor que tanto sueñan sus hijos para escuchar en onda corta esa música de película americana tan de moda o escucharán por la BBC o la Voz de América las noticias de esa horrenda guerra mundial que sacude Europa, Africa y Asia.


Me olvidaba contarles, camina junto a su fiel perro "Cherry". El can tiene el color de un refresco (bebida) de moda. No era de pedigrí, pero inteligente, buen amigo y gran compañero de andadas por el desierto. En esa oportunidad hubo mucho esfuerzo y al fiel "Cherry" se le gastaron las protecciones de sus patitas y comenzó a sangrar. El minero dejó su pesada carga y de un saco harinero improvisa vendas; el animalito vuelve a caminar. Santiago piensa que por la noche, y siempre que pueda mantener un ritmo, estarán en Copiapó. Sin embargo, poco después el perrito cae y comienza a llorar; se ha roto una de las vendas y las restantes están empapadas en sangre. Duro contratiempo, el, minero estaba cansado, pero tomó la resolución: tomarlo en peso a intentar llegar a Copiapó.
Avanzó llegando a su fiel can por muchos kilómetros, más el caminar era lento, porque además del capacho llevaba a sus espaldas otra alforja con sus auxilios logísticos, incluyendo frazada, cantimplora y el "tacho" para tomar la "choca". A su llegada al valle estimó necesario descansar, pues ya caía la noche. Estaba a la altura de Bodega, a menos de 25 kilómetros de Copiapó y pensaba que al otro día, repuestas sus fuerzas, sería más fácil avanzar.
Preparó su tacho y de su ración de queso y pan también se alimentó "Cherry". Más tarde se puso a dormir.
Era la medianoche cuando el perro se puso a ladrar enfurecido y combinó aquellos con extraños aullidos. Recibió caricias, pero no aplacó su furia. Su amo pensó que ladraba a Satanás. Echó las "rendidas", como para taparse los oídos, porque así se defiende el minero de las penaduras. Tomó una piedra para lanzarla con fuerza por si había algún humano por allí y qué sorpresa, era muy pesada. Acarició la piedra en su mano, se contuvo y la echó a su capacho. "Cherry" se calmó y pasó cariñosamente la lengua por la piel de la mano de su amo.
Al otro día incidente olvidado y cuando entregaba su carga para la molienda en el establecimiento de los Bordoli, sacó la piedra que tenía casi olvidada y se llevó una gran sorpresa ¡era oro claveteado!

Sacó cuentas, recordó el lugar, pensó en sus señas, sin duda la fogata era la pista. Apenas pudo volvió y lejos de pensarse que le fue mal, por el contrario, encontró el lugar y...¡Felicidad! Hizo las manifestaciones (2) del caso, inscribió su derrotero de la luz y y trabajó su veta. Ya no le penaron por las noches y tantas veces se preguntó si era aquel el derrotero de la luz, aquel de la iglesia de San Francisco. Posteriormente con lo recaudado de sus utilidades en sólo dos semanas de trabajo, instaló maquinarias para una pequeña industria y cumplió varios otros sueños, incluyendo el mejor pasar en su casa, lo que perduró por muchos años.Un asunto de amistad me ha obligado a omitir el apellido del minero Santiago, porque hay una parte de esta historia, muy verdadera, que no es grata. Una persona rogó a Santiago que vendiera su mina o al menos le participara. Fue una presión constante, finalmente le dice: "Espera, hombre; fue a su ropero, sacó los papeles de la mina, hizo unas anotaciones y le dijo es tuya ".
El nuevo propietario la trabaja y en una semana saca buena ganancia, pero, al octavo día no queda ni un gramo de oro claveteado ni de ningún otro. Se gasta el nuevo dueño todo lo ganado y mucho más en tratar de recobrar el esquivo derrotero... ¿Es que la suerte era para Santiago y para nadie más?

EL YASTAY

(LEYENDA MINERA)

Para los que nunca han escuchado hablar del yastay, quiero hacer un paralé en esta historia y quiero llegar a hablar el mismo idioma que ustedes, especialmente en estas muestras de nuestra flora y fauna.

El yastay es un hermoso ejemplar de guanaco, mucho más grande que los otros machos, inclusive que el jefe de una manada que llamamos "relincho".

El jefe de todos los relinchos es el Yastay.

Ahora si me siento relajado, por decirles que hay mineros que son realmente prodigiosos, donde ellos son los principales protagonistas, contando mentiras, aventuras o historias.

La noche de la mina "Brillante Aurora", invitaba, con la claridad de nuestro límpido cielo nocturno, a reunirnos al lado fuera del rancho, aspirando el humo de un buen cigarrillo, echábamos a acorrer la imaginación y atentamente escuchábamos al negro García, alias el "Ollito". Dirigiéndose una mirada burlesca, me preguntó si yo había escuchados hablar del Yastay.Le contesté que había oído hablar de un gran guanaco que se les aparece a los cazadores.

Es verdad que existe, nos dijo el "Ollito", andábamos de caza en el sector del patón, cuando sobre el cerro bajo, aparición el gigante de las manadas. La manada estaba al fondo de la quebrada, más hacia l derecha estaba el relincho, un poco más pequeño y se movía como de costumbre, de un lado a otro. Mi socio me dijo, "Ollito", prepara el "Winchester" y le tiré al guanaco más alto que estaba inmóvil.

Pero mi sorpresa fue muy grande, porque al primer disparo, ni se movía y yo juraba que le había dado. Luego otro disparo y otro, pero el Yastay nada. Se vino hacia nosotros de frente y le vimos su cabeza de demonio, con los ojos rojos y lanzando fuego por su hocico. Nos faltaron "patas" para correr hacia los caballos. Montamos y no paramos hasta llegar al campamento. Ahí le contamos al abuelo "colla" el sustito que pasamos y él riendo nos dijo: "Les apareció el Yastay". Ese demonio aparece con cabeza de diablo, otros lo han visto con la cara de Cristo y también con cabeza de doncella india. Mi padre decía que es el protector de las manadas. Es como el gran jefe de yodos los relinchos, o sea el jefe de todas las manadas y que cuando un cazador ha cumplido su cuota de animales, él no le deja matar más ni un solo más.


EL ALICANTO

(LEYENDA MINERA)

A medida que predomina el desierto en el norte de Chile, se presenta con creciente exuberancia una frondosa creación de leyendas en torno al hallazgo de minas y tesoros. Muchos de los derroteros que circulan al respecto son netamente racionales, indicando, por ejemplo, que desde la plaza de Copiapó se divisan en una determinada dirección tres cumbres; que es preciso remontar la central, desde la cual se verá al sur un algarrobo, hacia el cual es preciso dirigirse; que cerca de él pasa una quebrada, por la que se deberá subir hasta la media falda de la serranía de que proviene; y que hacia la izquierda, tapiada por un derrumbe ocurrido con motivo de un terremoto, existe la bocamina de un riquísimo yacimiento de oro, abandonado justamente con motivo de este desastre, en que perecieron sus mineros. Los datos son siempre un tanto vagos. Hace pocos años vivía en Chañarcillo un pastor de cabríos y asnales que declaraba haberse radicado en aquel riquísimo yacimiento de plata, ahora agotado, porque su abuela había sabido de labios de Juan Godoy, el descubridor de ese mineral, que por mucha riqueza que éste hubiera suministrado, era una pálida sombra comparado con otro, aurífero y muchísimo más rico, que el mismo Godoy había descubierto al poniente de aquél, en una puntilla de Las Bandurrias, pero que debido a su avanzada edad no había alcanzado a explotar. Manifestaba aquel pastor que él sólo vivía allá con su majada, porque tenía la seguridad de poder ubicar esa segunda mina del célebre descubridor de Chañarcillo. Es el caso típico de los pastores del norte chileno: viven pobremente, cerca de alguna aguada, de la venta de queso de cabras, de cueros caprinos y de las crías de la majada, como también de transportes que realizan por cuenta de algún mineral cercano; pero todos son al mismo tiempo cateadores o mineros que trabajan pequeñas minas por su propia cuenta, como pirquineros u obreros. Y todos están convencidos de que el día menos pensado descubrirán una mina fabulosa o harán un magnífico alcance en una ya conocida. Mientras más pobre sea el ambiente que los rodea, más se exalta su fantasía, y es, en definitiva, la quimera del oro la que los hace sentirse ricos en medio de la mayor pobreza. Por otra parte, es un hecho que muchos de ellos han tenido realmente la suerte de descubrir -sin o con derroteros- minas que los han hecho pudientes. El propio Juan Godoy había sido pastor, como ellos. La fantasía avanza, sin embargo, más allá de los límites de lo racional o verosímil. Hay también otros indicios que permiten descubrir minas o tesoros. Uno de ellos está vinculado con una prodigiosa ave: el Alicanto. Es corredora y, estando en ayunas, se mueve con presteza, perdiéndose fácilmente entre el roquerío o matorral. Se alimenta, sin embargo, de granos de oro o plata, de modo que al dar con un yacimiento se vuelve pesada y es apenas capaz de correr. Además, sus alas, que extiende a menudo durante la noche, tienen la propiedad de comenzar a brillar luminosamente. Siendo la mina de oro, su luz es áurea; y siendo de plata, argentífera. Por eso los mineros, al catear de noche, prestan especial atención al descubrimiento de un Alicanto, ya que si dan con él pueden considerarse afortunados, pues les indicará con absoluta certeza donde se encuentra un yacimiento, ya sea de oro o de plata. La única precaución que requiere esta ave, es que el minero debe mantenerse oculto, pues tan pronto ella se cree observada, extingue el fulgor de sus alas, confundiéndose con la obscuridad de la noche. Y podrá ocurrir también que guíe al cateador hacia un precipicio, a fin de que se desbarranque. Se sabe, además, que el Alicanto forma parejas que anidan en una cueva, donde la hembra pone un huevo de oro y otro de plata. Los peligros indicados pueden evitarse, empero, si el minero se limita a observar donde se alimenta el Alicanto, pues ese hecho basta para descubrir ahí mismo la mina, sin espantarlo.

El guaña-guaña

(LEYENDA MINERA)

"Los viejos mineros de Tierra Amarilla, los que trabajaron en la Sierra de Pampa Larga, donde se encuentran la Mina Loreto, descubierta por el cateador Pedro Arenas, cuentan que en las noches de luna llena y cuando las sombras oscuras de los altos cerros se hacen menos negras, aparece el burro llamado guaña-guaña, casi en forma alada, subiendo por las quebradas. Es de color overo, patas blancas y sobre su lomo lleva cargas de plata, que brillan tan intensamente, que forman a su alrededor una estela argentinífera enceguecedora".

Leyenda de Tololo Pampa

Tololo Pampa, es una ciudad encantada, perteneciente al imaginario local de los habitantes de la región de Atacama-

Las versiones coinciden en una ciudad iluminada y noctámbula, que aparece en medio de la noche, a un costado del camino que une la ruta 5 Copiapó y Vallenar. Para luego, una vez que los pasajeros la visitan y disfrutan, desaparecer misteriosamente.

En cuanto a su origen algunos afirman que sería un antiguo poblado cubierto por un aluvión, cuyos habitantes serían "almas en pena", continuando con su vida normal. Sería por esto que puede verse un pueblo entero funcionando.

Existen múltiples testimonios y relatos sobre esta ciudad. Aún cuando todos son medianamente similares, algunos añaden personajes sobrenaturales, como gigantes; y otros la sitúan más cerca de la ruta 5, aún cuando la mayoría coincide en podría tratarse de las localidades de Canto de Agua o Capote.

Cuentan los mineros que en estas extensas planicies, aparece como un fantasma de luces, colores, calles, vida nocturna, bares y restoranes; una hermosa ciudad. El minero o arriero que ha sufrido esta experiencia, relata haber comido, bailado, tomado y comprado más de algún regalo para su mujer; pero al otro día aparece durmiendo a pleno sol, con la cabeza apoyada sobre una piedra. La ciudad sólo ha quedado en su imaginación, pero en uno de sus bolsillos está el regalo de su novia, está el pañuelo de seda rojo que el compró para el cuello.


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